Traducido al español por María Carolina Boyer González
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Como afirmó Aristóteles, “el hombre es un animal social”, describiendo así una de las necesidades humanas más básicas que es la de pertenecer a un grupo. Esta necesidad la sienten los individuos sedentarios y nómadas.
El acto migratorio no solo constituye un acto físico y psicológico, también constituye un acto social. De hecho, el expatriado no cambia exclusivamente el entorno físico, sino también el entorno social, cultural y lingüístico. A diferencia del viajero, el expatriado debe desarrollar mecanismos de adaptación sostenibles, incluido el establecimiento de nuevos vínculos en el país de acogida, incluida la identificación de una nueva red de profesionales y centros de salud.
Las principales preocupaciones de los expatriados cuando llegan a un nuevo país sin importar su nacionalidad incluyen: la vivienda, la educación de los niños, las formalidades administrativas y legales y el acceso a la atención médica. Estos diferentes temas son propicios para la integración de redes y lugares de apoyo. Por lo tanto, al educar a sus hijos, entramos en contacto con una red de padres, que a su vez puede servir como un vínculo, un apoyo emocional y acceso a fuentes de información.
Cualquiera que sea la forma de la red, la asociación local o transnacional, el sitio web, la página de Facebook, etc., las razones para pertenecer a estos grupos son variables. Pueden servir para reunir a una comunidad nacional establecida en un territorio (los franceses de Hong Kong), vincularse al “suelo” de origen (los corsos de los Estados Unidos, los pies negros de Benidorm), al ejercicio de una profesión, al estado de cónyuge o padre de un estudiante.
Ya sea que sus miembros estén físicamente o virtualmente en contacto, la influencia de la red social y el boca a boca no son insignificantes. La red social puede convertirse en una fuente de refugio emocional, reivindicación de la identidad e información práctica. Por lo tanto, la información obtenida por estas redes está, en la mayoría de los casos, asociada con una emoción positiva. Lejos de casa, existe una tendencia a dar mayor confianza a aquellas personas de las que nos sentimos cercanos que a una fuente anónima, incluso institucional y más experta en el tema. Es más probable que el expatriado mencione un problema de salud a los miembros de su red, a menudo incluso antes de enviarlo a un profesional de la salud en su país de expatriación. Esta preferencia puede explicarse, entre otras cosas, por la confianza asociada con la solidaridad comunitaria y por la escasez de actores expertos que ayudan a los expatriados a comprender y navegar el sistema de salud local.
La atención médica de un paciente expatriado no puede improvisarse. Es esencial que cada familia expatriada haya recibido la información adecuada y que esté acompañada en la gestión de su salud en su país de acogida: los costos y el alcance de la cobertura de salud, el funcionamiento del sistema de salud local (acceso a atención, peculiaridades del sistema, códigos culturales), identificación de profesionales y establecimientos de salud que respondan a necesidades específicas.
Además, el malentendido que puede existir entre el paciente y el profesional de la salud no se limita a la barrera del idioma. El tratamiento efectivo en una situación transcultural requiere, ante todo, la competencia de un cuidador, pero también de la mediación intercultural. Sin embargo, este último no forma parte del plan de estudios básico de medicina, enfermería, terapia del habla o psicología. Estos son entrenamientos adicionales, validados por diplomas, que el profesional de la salud elige o no seguir.
Por lo tanto, existe un estado de vulnerabilidad en una situación migratoria que se debe a varios factores: el estado de los extranjeros, los alófonos, el estrés fisiológico debido a la exposición a nuevos parámetros ambientales, el cambio de estado dentro de la familia al igual que el contexto profesional y social. A veces incluso es agravado por la falta de conocimiento de los códigos culturales y sociales del país de acogida, incluido el funcionamiento y las peculiaridades de su sistema de salud. Este estado de vulnerabilidad, asociado con el apego emocional a la red, tiende a reforzar la credulidad del expatriado ante la información médica divulgada en un contexto no experto. Algunas familias pueden tomar medidas preventivas indebidas en detrimento de las recomendaciones oficiales; otros están orientados a los profesionales de la medicina alternativa sin ser informados sobre su carácter no validado, científicamente o no adaptados a su situación.
Estas prácticas tienen muchas consecuencias:
- El recurrir de manera tardía al cuidado, lo que conduce a un posible empeoramiento de la patología,
- diagnósticos erróneos y atención inadecuada dentro de equipos que no tienen las competencias requeridas,
- confusión entre las familias ante la diversidad de opiniones consultadas,
- falta de coordinación y centralización del seguimiento médico.
- abandono en las actitudes preventivas,
- toma de malos hábitos en cuanto al uso de los recursos médicos,
- información médica inexacta, a veces de fuentes charlatanas.
En conclusión, debemos permanecer muy alertas ante la información médica divulgada por las redes sociales. De ninguna manera el boca a boca reemplaza la experiencia médica y la práctica; sin embargo, ante un público migrante esto constituye una verdadera competencia. Antes de la salida, al llegar y durante la estadía en el extranjero, se recomienda encarecidamente que los expatriados sean guiados e informados sobre el funcionamiento del sistema de salud local y sus opciones de cobertura de salud.